Vistas y sombras
- Maca Arena
- 16 jun 2020
- 2 Min. de lectura

Cuanto tenía 17 años tuve un apego sentimental con el sillón de la sala de mi casa. Es una historia larga. El sillón era de mi abuela, así que tenía era apariencia de sillón duradero y cómodo. Era tan, pero tan cómodo que podía dormir las mejores siestas de viernes por la tarde del mundo mundial. Allí dormía con mis dramas y preocupaciones. Que en ese tiempo creía que eran grandes e importantes. Ilusa de mí.
Además del sillón, era la ubicación. Estaba cerca de dos ventanas. Su posición hacía que corriera el viento y traía un olor a plantas delicioso. No daba el sol de manera directa, pero el árbol jugaba a hacer sombras moteadas como en un cuadro impresionista.
Allí mismo leí mis libros favoritos. Escuché las canciones que tengo tatuadas en el cerebelo. Allí tenía las reuniones con amigos. Las pláticas profundas. Allí tomé decisiones importantes. Ese sillón.
Después de cuatro años de vivir lejos de ese rincón, he encontrado un rincón que se le parece. Una tarde mientras soñaba, se me ocurrió la brillante idea de reacomodar los muebles de mi pequeño deja para que el sillón quedara a lado de la ventana. Algo hizo click.
Cuando metes tus cosas en una maleta y te vas lejos renuncias a esos rincones que te hacían disfrutar. Primero extrañas a tu gente, luego tus cosas y, hasta el último, recuerdas que solías pasar tus días en un lugar que considerabas tuyo. Después de cuatro mudanzas, por fin encuentro mi sillón y mi ventana. Las vistas son diferentes. Los vecinos del edificio de enfrente no estaban en mi rincón anterior.
Creo que la superposición de pequeños rincones es lo que hace que conviertas un espacio en hogar. Primero puse un libro, luego una foto, luego un jarrón, luego un sillón. Cosas así de superficiales son el bálsamo para las personas que extrañan a la familia y amigos.
Migrar, una palabra que engloba tantas cosas en tan poco espacio. Siempre escuché las historias de añoranza de mis bisabuelos por sus tierras gallegas. Luego, después de años de vivir en México, una parte de la familia que volvió a España intentó plantar chiles en el jardín. Les salieron pimientos.
Supongo que eso es migrar. Llevarte un pedacito de tus rincones allá donde vas. Nunca terminas de estar 100% agusto en donde vives, porque una parte está en otro lado. Aún así, lo que ganas a cambio de ese porcentaje son bastantes cosas. La vida es interesante y llena de contradicciones.
Escribo esto sentada en un sillón, añorando estar en el otro con la absoluta certeza de que si lo estuviera extrañaría en el que estoy ahora.
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