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Morriña adelantada

  • Maca Arena
  • 26 oct 2021
  • 2 Min. de lectura



El pasado viernes fue uno de esos días que inevitablemente volverán a mi cabeza en el futuro. Lo pasé con mi abuela. Paseando, platicando, disfrutando. Fue un día libre de visitas al doctor o preocupaciones de salud, ese día nadie estaba enferma.


Hablamos de los retos que tendríamos los próximos meses y ella me contaba de sus sueños cuando tenía mi edad. De los viajes que queremos hacer juntas. De los planes para Navidad. Esas conversaciones las hemos tenido desde que tenía uso de razón, y cada año mis experiencias van mutando y sus lecciones se vuelven mas trascendentales.


Llegué esa noche a casa con una nostalgia muy grande. Me pasa seguido cuando estoy disfrutando mucho a una persona y me entra un miedo enorme a perderla. Creo que la única palabra que puede aproximarse a ese sentimiento es “morriña”, término usado por los gallegos para describir la tristeza o nostalgia que se tiene al estar lejos de alguien. Pues yo siento una morriña adelantada, prediciendo el momento en el que extrañaré

a esa persona.


Pase lo que pase, la gente que queremos se va. Los últimos años me han enseñado esa gran e inevitable lección. Aprendí a la mala que los momentos disfrutados con tus abuelos están contados. Hay unos que nos dejan repentinamente y otros se van yendo poco a poco. No sé cuál de los dos casos es más duro.


La cuestión es que al día siguiente, una llamada me dijo que alguien muy querido partió después de una larga lucha. La morriña adelantada entró a mi corazón con la misma delicadeza que James Bond en una escena de acción. Mis pulmones dijeron que o respiraban menos o a mil por hora, y que si quería un punto intermedio mandara una hoja de reclamación al cerebro.


Mis miedos no se comparan ni por asomo a la pérdida real, pero a veces sí empañan los días cotidianos.


Una vez leí en algún libro de Hemingway que el hombre comenzaba a vivir de verdad cuando no tenía miedo a la muerte. Algo sabría el hombre sobre pérdidas y campos de guerra… La cuestión es que me es inevitable tener miedo a perder a alguien. He conseguido negociar con la morriña para que entre, se asome y se vaya a buscar nuevos panoramas y no se quede a tocar la gaita todo el día en mi cabeza.


El otro día, mientras manejaba, iba pensando en que la vida es bella. Muy bella. Estaba extasiada con el color del cielo al atardecer y el olor a tierra mojada mientras caminaba por el parque. La vida se abre camino mientras el miedo descansa. Y la razón por la que un paseo y una cena en el Sanborns con mi abuela me emocionen a tal punto de que mis ojos goteen, es porque la morriña me recuerda que los tiempos son finitos y que hay que disfrutar los días buenos a pesar de tener miedo a perderlos. Nunca sabes cuando una llamada, un sábado en el desayuno, te vuelva a recordar que la inmortalidad no nos tocó en la rueda de la vida.

1 Comment


Karla Renteria
Karla Renteria
Oct 27, 2021

Me encanto

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