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Gesto

  • Maca Arena
  • 12 ene 2022
  • 2 Min. de lectura



Cuando mi papá pasaba por mí a la escuela, siempre se acercaba caminando, me saludaba y agarraba mi mochila del asa superior y la tiraba librándome de la carga de toda la tarea que tenía para esa tarde. Yo en automático comenzaba a contarle mi día. La de horas que se ha pasado este hombre escuchándome no tienen medida.


El gesto comenzó desde maternal y perduró hasta el último día que pasó por mí. Quitarme la carga de algo pesado y escucharme con una media sonrisa todo lo que me pasaba por la cabeza. También hacía lo mismo cuando me recogía en el aeropuerto. Daba igual la hora, la fecha o el clima. Allí estaba para escuchar y quitarme el peso de encima.


Supongo que es una minusculidad para él, algo que hace con cariño desde que me cargaba en sus brazos. Pero para mí es una señal de que da igual si en mi espalda porta un libro de Historia Universal I, Biología III, Historia del Arte, la computadora, una maleta para dos semanas de visita o una mudanza entera. Da igual que tenga, cinco, diez, 18 o 30 años, la ayuda… ese gesto perdura.


Cuando me preguntan si extrañaba vivir en México, se me venía a la mente ese gesto. Y otros miles como las pláticas con mi madre en la sala, escucharla cantar desde la ventana, las cenas en la madrugada con mis hermanos, contándonos qué tal nos fue en esa noche. Las pláticas con mis amigos, que nos remontan al 2005. Las caminatas con A. sin rumbo fijo.


Nuestra memoria es el cúmulo de esos pequeños gestos que ocupan un espacio en nuestra historia. Hoy, mi familia sigue lejos, pero no tan lejos como lo estaban antes. Ahora tomo el coche y en cuatro horas, mi papá aparece en la entrada y me dice que deje la maleta, que está pesada. Mi mamá pregunta qué tanta hambre tenemos, aunque la respuesta desde siempre sea “mucha”. Hasta me hace ilusión que mi perro gigante se acerque a mancharme los pantalones, en el mismo lugar donde su nariz húmeda toca mi cadera, y cuya mancha tenemos todos los que pasamos por su puerta.


Supongo que dejaré de creer que en algún momento la madurez viene de golpe y te quita el extrañar esos gestos. Supongo que la madurez es crear los tuyos propios, vivir una vida independiente, pero valorar esos momentos en que por unos días, o al menos unas horas, tus papas van a llegar a quitarte la mochila.

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