El día que conocí a Richard Gere
- Maca Arena
- 13 abr 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 18 abr 2020
Hace unos meses un hombre se subió al camión en el que iba. El asiento estaba lleno de libros que tenía que resumir y mi cara de agobio no tenía cabida ni aunque sacara la cabeza por la ventana.

Él no pareció percatarse de mis pocas ganas de convivir. Me dirigió la sonrisa más grande que he visto en mi vida y me informó que se sentaría a mi lado. Tal cual.
Me miró, lo miré. No supe qué hacer. De pronto, comenzó a cantar “Pretty woman”. No es broma. No tarareaba sino que cantaba, gritaba a un volumen que se podía enterar el coche a tres metros de mi asiento.
Mi mal humor se fue. No podía ser de otra manera. Comencé a reír. Pero reír de verdad. Fuerte y como hace mucho no lo hacía. Un señor volteó y sonrió, él entendía, él sabía, y nos acompañó en el coro.
“Pretty woman, don’ t walk on by, pretty woman don’t make me cry, pretty woman don’ t walk away, hey, Ok”
5 personas se nos unieron por la segunda parada. Y todo el bus (exceptuando algún aburrido) levantó los brazos en señal de júbilo.
Richard (no sé cuál es su verdadero nombre, pero siempre será Richard para mí) se emocionó tanto que el conductor tuvo que esperar a que él se despidiera de beso y abrazo de todos sus compañeros de viaje para bajarse del camión. No sin darme dos besos en los cachetes llenitos de alegría y buen rollo.
Se bajó con todos aplaudiéndole. Yo no podía creer el momento que estaba viviendo. Todos riendo. Richard me saludó desde la esquina, levantó los brazos y corrió calle abajo simulando ser un avión. Rummmmmmm. Planeando y todo.
Los de la calle lo miraron con extrañeza. Nosotros no, nosotros sabíamos lo que era estar cerca de él y cantar “Pretty woman” a todo pulmón un martes por la tarde en alguna calle de Barcelona.
El que Richard tenga Síndrome de Down no debe ser una sorpresa para todos aquellos que han tenido a alguien como él cerca. El que él pudiera subirse a un bus, ir a donde quisiera y regresar tranquilamente sería un sueño para todos los que viven en León.
Y, principalmente, que Richard tenga una sociedad que lo reciba como es y sin problema alguno es la labor de muchas asociaciones, institutos y familias que luchan día con día para que nosotros, y no ellos, aprendamos un poquito más de los momentos valiosos de la vida.
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