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Caminatas

  • Maca Arena
  • 29 may 2020
  • 2 Min. de lectura


Hace una semana, por primera vez en dos meses, nos dejaron salir a dar un paseo. Un paseo un poco más largo del que solía hacer al súper o a dejar la basura. Nada épico había en esos paseos. Pero este sábado me di el regalo de caminar cuesta abajo escuchando tres veces el álbum con el que estoy obsesionada con una sola meta: Mi intención era que mis rodillas recordaran lo que era una larga caminata, a la vez que le daba un ultimátum a mi condición física para que apareciera de una buena vez. 


Después de media hora de poner un pie delante del otro llegué a una plaza llamada Colón. Está casi tocando con el mar. Y creo que pisar esa zona es lo más bonito que me ha pasado en los últimos meses. El olor a mar negoció exitosamente con mi mascarilla para permitir que un poco de sal marina llegara a mi nariz. Justo sonaba mi canción favorita. El viento hacía la labor importantísima de quitarme el pelo de la cara. La primera vez que agradecí las mentadas mascarillas fue cuando tapaban las lágrimas e impedían que hiciese el completo ridículo ante las persona deportistas que entrenaban para sus maratones inexistentes. 


No es exageración, solo son los 40 metros cuadrados en los que existí estos últimos meses. No es hipersensibilidad, es no haber visto un horizonte en sesenta días. 





Y como soy una olla a presión que no ha experimentado la vida exterior en tantísimo tiempo el sentimiento perdió sus tintes reales y se teletransportó a la ficción. Juro que veía todo en slow motion. El perro que saltaba por el frisbee y se quedaba unos segundos de más suspendido en el aire. La bici que levantaba la arena. La gente corriendo de un lado al otro. El niño que se reía al ver que la ola le podía alcanzar. Y todo esto acompañado, claro está, por la tercera repetición de mi canción. 


Como soy parte de la película que me estaba montando en mi cabeza, me comparé con todos esos momentos que hemos visto en la pantalla grande. Juro que sentía que era el final de esa película apocalíptica donde los sobrevivientes miran al mar y se preguntan ¿y ahora qué? Me sentí Rose cuando ve la estatua de la Libertad. Liv Tyler viendo el meteorito pasar. Hermione viendo su escuela destruida. Disculpen la ridiculez, estaba borracha de oxígeno, qué le vamos a hacer. 


En fin, siempre me dijeron que después de una noticia catastrófica el cuerpo reaccionaba y potenciaba todas los sentidos a modo de supervivencia. Es por eso que cuando sufres una pena, el chocolate sabe más a chocolate y los breves momentos de felicidad se viven a flor de piel. Necesitaba dos meses para respirar con tanta ansia. 60 días para ver el azul del mar como el color más bonito del planeta y el sol… qué puedo decir del sol si no lo veía desde el verano pasado.


Adiós abrigos, hola primavera. Por fin. 




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